viernes, 27 de junio de 2014

RECORTAMOS Y OLVIDAMOS AL QUE OLVIDA


Pasa una página y otra… Y otra. Y así, durante el tiempo que dura el día. Desde el amanecer hasta que el sol se oculta y no le deja ver. Entre sus arrugadas manos, un libro. Una novela de aventuras. Y parece interesante. Desde lejos le observo. Le veo muy concentrado en la lectura. No hay nada que le pueda distraer. Decido acercarme. Le pregunto: “¿qué lees?” Y me contesta: “un libro de aventuras”.

Me marcho. Pero no muy lejos. Continúo observando desde un ventanuco que da a la sala. Veo que pasa la página. Sigue inmerso en su lectura. Pero en ese preciso instante llega una mujer. Cierra el libro y se ponen a hablar.  Pasados unos minutos, y tras la marcha de ella, continúa leyendo.

A simple vista, parece una historia corriente, de lo más normal. Sin embargo, no lo es. Es la historia y el día a día de Manuel. Tiene 86 años y vive en una residencia de mayores. Tiene la enfermedad neurodegenerativa de Alzheimer. Una enfermedad de carácter progresivo e irreversible. De origen desconocido y ante la que no existe hoy en día ningún tratamiento capaz de curarla o prevenirla. Es la causa de invalidez, dependencia y mortalidad más frecuente entre los mayores. Según datos de la OMS, unos 36 millones de personas en el mundo y más de 600.000 en España padecen algún tipo de demencia. Principalmente Alzhéimer.

Actualmente, se están llevando a cabo numerosos trabajos de investigación en centros de I+D  y universidades de numerosos  países. Que no se deje de invertir dinero en I+D+i. La investigación sabemos que es costosa y complicada. Cuando se emprende un proyecto de esta índole, nunca sabes si obtendrás resultados positivos ni el plazo. Quizá no consigas nada. Aún así, las administraciones no pueden dejar de invertir. En esto y en otras muchas cosas que son necesarias para todos.

También deseo lanzar un mensaje. Continuamente vemos noticias sobre descubrimientos, remedios, novedades para acabar con tal enfermedad… Se está trabajando mucho pero tenemos que ser prudentes. Para los que sufren, para los que tienen un familiar o amigo con la enfermedad, este tipo de noticias suele alterar bastante. Son temas delicados que habría que tratar con delicadeza.

Este hombre, Manuel, todos los días se sienta en la misma silla, en la misma sala, con el mismo libro. Siempre es el mismo y, desde hace dos años, lo lee. Se sienta y lo abre por cualquier página. Desde fuera da la sensación de estar muy concentrado. Y es cierto que lee esa página. Pero en cuanto se distrae o alguien le habla, vuelve a leer lo ya leído. Manuel hace terapia en el centro. Terapia para intentar ralentizar el proceso inevitable de la enfermedad. Conseguir vivir lo mejor posible durante más tiempo. Como él, muchos más. Ellos no pueden hacer más que seguir ahí, luchando cada uno como sabe, quiere o puede. No seamos nosotros, los que no tenemos la enfermedad, los que olvidemos.

jueves, 26 de junio de 2014

Déjate besar

Cada mañana te espero. En silencio. Apenas me atrevo a respirar… No espero que sientas nada extraño. Te veo y me gustaría escapar pero son mis pies los que se aferran al suelo, mi cuerpo se resiste a dejar pasar otra oportunidad. Es entonces cuando siento que puedes escuchar mi propio deseo.
Los minutos se alargan mientras repaso con esmero cada una de las cuentas de mi alegre collar. Intento parecer distraída. Busco aparentar que no he notado tu presencia. Y es entonces cuando te vas. La sala de espera se torna más fría si cabe. Mi corazón se apaga y emigran las mariposas que jugaban dentro de mí. De repente, puedo volver a respirar.
¿Es amor lo que siento? Sueño y anhelo. Y cuando sueño recupero la sonrisa que la vida me robó. Sin querer, despertaste en mí un deseo que a duras penas consigo ocultar. Dame una oportunidad. Déjate besar.

miércoles, 25 de junio de 2014

BIENVENIDA VIDA NUEVA


Solo la melancolía acompaña a mi consuelo. La alegría se marchó en el mismo instante que tu indiferencia decidió ignorar mi deseo. Solo el tiempo sabe cuánto me ha costado llegar hasta aquí.
 
Y descubrí aquella noche que las palabras se las lleva el viento. Tu imperturbable mirada de un falso verde esperanza hablaba más que tú. Decidí no hacer caso, olvidar nuestros desastrosos recuerdos. Años de batallas perdidas donde ninguno de los dos púgiles decidió aplicar las reglas del juego.
Tarde. Llegó tarde el perdón. Esa pícara disculpa que tu boca susurró aquella noche. Aquella noche… Aquella noche en la que el cuerpo sintió caer. El pensamiento tembló ante la posibilidad de que las piezas del puzle perdieran su punto de conexión para siempre. Sin embargo, el alma suspiró aliviada. Solo ella sabía lo que esto significaba. Por fin, tras un tiempo que pareció un invierno sin fin, podría volver a recuperar la esperanza.
 
Y así le vi huir. Cabizbajo y tembloroso giró su cuerpo y comenzó a caminar en dirección contraria a nuestra truculenta historia de amor. ¿Así? ¿Ya está? Emprendió la marcha y por mi cabeza comenzaron a pasar todos esos momentos que había decidido borrar. Brotaron entonces las lágrimas que creía haber perdido. Me dolía. Esa era la señal. Todo volvía a empezar.  Decidí darme la vuelta. Eso sí, yo, con la cabeza bien alta porque de nada me avergonzaba y a nada tenía que temer. Bienvenida vida nueva.